martes, 26 de julio de 2011

Te he Llamado



...Te he llamado, Jehová, cada día;
he extendido a Ti mis manos
Salmo 88:9

Este debe ser probablemente uno de los salmos más sombríos. La soledad que se vislumbra a través de estos versos es abrumadora;  es como aquellos momentos en que todo parece terrible y el alma presiente la muerte. 
Si el salmista extiende sus manos a Jehová, sin duda ha dejado de lado su arpa (o su lira). En un momento de tanta angustia, lo único que puede acompañar el grito de súplica son las manos y junto a las manos, es todo el cuerpo que se vuelve al Altísimo.
Son manos extendidas al cielo; pero manos vacías; sin nada que ofrecer. Esas manos representan la impotencia y el desaliento, pero también representan la sed de Dios, la absoluta confianza en su misericordia. La esperanza total en el amor de Dios.


Es bueno meditar alzando las manos a Dios. Sin esperar un momento crítico para hacerlo. Despojarnos de cualquier cosa que esté en nuestra manos para extenderlas en súplica, ruego o acción de gracias y alabanza.


¡Señor, hoy extiendo hacia ti mis manos vacías para que Tú las llenes con tu amor!


 
Imagen
de la serie Mariposas
Wang Niandong

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