martes, 30 de agosto de 2011

Misericordia



¡Alaben la misericordia 
de Jehová,
y sus maravillas para con los 
hijos de los hombres!
Porque sacia al alma menesterosa,
y llena de bien al alma
hambrienta.
Salmo 107: 8,9

La presencia de Dios, su Espíritu, es suficiente para satisfacer todas las necesidades del alma. Lo dice el salmista; pero lo interesante seria experimentarlo.

Estos versos me recuerdan la ocasión en que Jesús alimentó a 4.000 personas. La frase que el Evangelio registra es: "Tengo compasión de la gente...". Luego ocurrió el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. El relato termina diciendo que "comieron todos y se saciaron; y de los pedazos que sobraron recogieron siete canastas" (Evangelio según San Mateo).

Pero el salmista nos habla de la saciedad del alma. Creo que es imposible ser saciados espiritualmente, sin antes experimentar y reconocer el "hambre y sed" de Dios. 
Cuando nos damos cuenta de nuestra necesidad nos sentimos menesterosos y extendemos nuestras manos al Altísimo, entonces ocurre el milagro. Él puede y está dispuesto, a llenar nuestra copa del alma, hasta que quede "rebozando"  de bien, de salud, de gozo, de esperanza y paz; esa plenitud del alma es la que nos permite unirnos al canto de alabanza por su Misericordia y bondad.




Su Presencia es mi Fuerza
Isabel Guerra


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