viernes, 5 de abril de 2013

Eligiendo en quien confiar




¡Bienaventurado el hombre
que puso en Jehová
su confianza
y no mira a los soberbios
ni a los que se desvían
tras la mentira!
Salmo 40: 4

El salmista pone como ejemplo, digno de imitar, a un hombre cuya confianza está puesta en Dios. Nos dice que es Bienaventurado, es decir dichoso, feliz, afortunado.

Poner toda nuestra confianza en Dios es una opción voluntaria y, probablemente, la más sabia opción que alguien pueda tomar. Pero sabemos que es muy difícil perseverar en esta decisión. A nuestra alrededor brillan al menos dos tipos de personas; los menciona el salmista: aquellos que se han construido una imagen fuerte, soberbia  y auto-suficiente, exitosa y en ascenso permanente y  los que viven en la mentira, con vidas falsas, construidas sobre artificios, pero que alcanzan brillantez mientras dura el engaño.

Desde nuestra más tierna infancia comenzamos a crecer en el arte de la imitación: aprendemos a hablar imitando los sonidos familiares; aprendemos a caminar copiando los pasos y posturas de las personas que nos rodean; más tarde fijamos nuestros héroes y heroínas en personas que admiramos y que nos parecen exitosas. Todos estos modelos son útiles y los mecanismos de aprendizaje e imitación muchas veces funcionan a nivel inconsciente.

En la vida espiritual, el salmista nos advierte que un ser humano es realmente dichoso, bienaventurado, cuando ha depositado su confianza en Dios, dejando de lado los modelos humanos. En las palabras de Jesús: "buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas os serán añadidas". Pero todos estos buenos propósitos difícilmente podremos cumplirlos sin la ayuda de Dios, porque nuestra naturaleza frágil e inconstante, con mucha facilidad se desvía atraída por las luces equivocadas.

¡Oh Señor, pongo hoy toda mi confianza en Ti!
¡ayúdame a perseverar en Tu amor!

Ilustración de Quint Buchholz


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