domingo, 28 de abril de 2013

En tono suave




Bueno es alabarte, Jehová,
y cantar salmos a tu nombre,
oh Altísimo;
anunciar por la mañana
tu misericordia
y tu fidelidad cada noche,
con el decacordio y el salterio,
en tono suave, con el arpa.
Por cuanto me has alegrado,
Jehová, con tus obras;
en las obras de tus manos
me gozo.
Salmo 92: 1, 2, 3 y 4

La alabanza a Dios es un canto del alma que reconoce la grandeza, la misericordia y la fidelidad del Señor. El salmista nos invita a establecer una disciplina de la alabanza: por la mañana... y... cada noche  trayendo nuestra gratitud; en tono suave que es el tono universal del amor.

Bueno es alabarte, Señor. Es bueno principalmente para nosotros mismos. Dios merece toda honra y alabanza eternamente, por ser quien es, por su esencia divina y sus características inmutables; al  reconocer esto, todo queda en orden: Él es Dios y nosotros sus hijos, "ovejas de su prado". 
Cuando nos acercamos a su presencia con nuestros cantos, trayendo los más dulces elogios, derramando nuestra gratitud como ofrenda de amor, nuestro corazón se llena de gozo, porque la alabanza es un camino de doble vía, mientras nuestra voz se eleva, Dios en su misericordia, nos devuelve de su gracia, algo de su presencia santa impregna nuestro corazón, con una alegría pura y verdadera: bueno es alabar al Señor.

La practica de la celebración y adoración a Dios sólo tiene beneficios y en estos versos el salmista nos desafía a incorporarla a nuestro ritmo cotidiano: por la mañana, cada noche, con todo nuestro ser, en voz alta y en tono suave.

¡Oh Señor, recibe hoy nuestra adoración!

Pintura: Silvana Langlois

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