domingo, 21 de julio de 2013

Cantos de gratitud




Canten a Dios, canten salmos a su
nombre;
aclamen a quien cabalga por las
estepas,
y regocíjense en su presencia.
¡Su nombre es el SEÑOR!
Salmo 68: 4
NVI


Este Salmo es especialmente majestuoso y solemne. Es una manera de hacer notar el poder y la grandeza de Dios. Nuestro Dios, victorioso, santo y eterno, cuyo dominio se extiende
sobre toda la tierra.

El salmista nos invita a elevar nuestro canto más solemne ante Dios Todopoderoso. Esta solemnidad se expresa con regocijo, desde la sinceridad del corazón agradecido, así lo aconseja el Apóstol San Pablo, (escribiendo a los Colosenses): "canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón".

Creo que ante Dios lo importante no es tanto -¿Tengo una voz?  sino más bien -¿Tengo una canción?
Todos tenemos voz, viene incorporada "de fábrica". Pero la canción nace de la experiencia, de entender que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de parte de Dios, nuestro Padre.  La voz del alma se afina con devoción, con amor, con gratitud y con voluntad de alabar y adorar a nuestro Padre Dios, el Glorioso Señor que cabalga por las estepas, que domina el universo con su sola presencia.

Es nuestra canción de alabanza lo que nos puede llevar a las profundidades de la comunión con Dios, la más solemne y majestuosa comunión, que no se puede describir. Entregarnos a la alabanza a Dios es romper los límites de nuestras propias reservas y limitaciones humanas para alcanzar el altar sagrado.  Es una canción gloriosa, dulcificada por 
el Espíritu de Dios.


Cantemos a Dios, 
cantemos salmos a su nombre
¡Su nombre es el SEÑOR!

Pintura: Felix Vallotton

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