martes, 10 de septiembre de 2013

Altura celestial




Tan grande es su Amor por los 
que le temen
como alto es el cielo sobre la tierra.
Salmo 103: 11

Mientras permanecemos apegados a la tierra, como atrapados por la Ley de Gravedad, nuestros ojos difícilmente podrían dimensionar la altura de los cielos. Al elevar la mirada, o cuando nuestros ojos se fijan en una estrella, la perspectiva cambia y los cielos adquieren una dimensión distinta y mayor, casi infinita. El salmista procura describir la grandeza del Amor de Dios comparándolo con aquel abismo celeste que se abre ante nuestros ojos cuando 
miramos el cielo.

María Teresa Ruiz González, una chilena brillante, astrónoma, Premio Nacional de Ciencias Exactas de Chile en 1997, dijo recientemente en una entrevista televisiva que, al revés de muchas personas que se sienten muy pequeñas y sobrecogidas por la inmensidad del universo, ella se siente feliz mientras realiza sus observaciones. Habla de una inmensa paz y felicidad por sentirse parte de algo tan grande y maravilloso. Creo que esa reflexión de Maria Teresa se acerca a la experiencia del salmista. Sentir el Amor de Dios es como si la inmensidad de los cielos se abriera para acogernos. Todo allí es serenidad, silencio, calma, placidez; porque todo está completo cuando sentimos el inmenso Amor de Dios.

El Amor de Dios no puede ser medido, escapa a nuestra realidad emocional e intelectual. Una buena aproximación, para describirlo, serían las palabras del Apostol San Pablo, en su primera carta 
a los Corintios:

"El Amor es sufrido, es benigno;
el Amor no tiene envidia;
...
no hace nada indebido,
no busca lo suyo,
no se irrita, no guarda rencor;
...
Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta
El Amor nunca deja de ser.


¡Gracias Señor y Dios
por tu inmenso y santo Amor!

Foto de Thomas Siegenthaler

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