jueves, 19 de septiembre de 2013

Presencia




Levántate, oh Señor;
no prevalezca el hombre;
sean juzgadas las naciones
delante de ti.
Pon temor en ellas, oh Señor;
¡aprendan las naciones
que no son sino hombres!
                                                    Selah
Salmo 9: 20

Ante Dios todos los seres humanos tienen el mismo valor. No hay título académico o de nobleza, riquezas, o poder humano alguno que pueda alterar la condición de quién lo posea y lo haga algo distinto a un  hombre, en el sentido genérico. Como tampoco hay condición, por miserable que sea, que haga a alguien perder su calidad  de ser humano.  Cada hombre o mujer, ante Dios es un ser miserable, indefenso, frágil, lleno de imperfecciones.

Desde nuestra rrogancia, en ocasiones nos gustaría que Dios mismo se levantara y mostrara todo su gran poder para aniquilar a determinadas personas, porque son nuestros enemigos del alma. Pero Dios en su inmensa misericordia siempre acoge a todos sus hijos y los mira con bondad. Él hace salir el sol sobre malos y buenos y llueva sobre justos e injustos... (Evangelio según San Mateo)

Sin embargo, cuando Dios debe pronunciar su juicio lo hace con toda autoridad, no necesita desplegar "fuegos artificiales" . Alguien lo comparó con un león, que en medio de la selva, con su sóla presencia, impone respeto y temor; ni los cazadores pueden amedrentar a un león.
Dios cumplirá sus santos propósitos y su juicio a su debido tiempo y nada podra impedirlo.  En este sentido el Apóstol San Pablo recomienda: "el que piensa estar firme, mire que no caiga"

Oh Señor gracias por tu santa presencia
temible pero llena de amor
santa pero llena de gracia
justa pero misericordiosa
inmensa pero cercana

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