domingo, 5 de enero de 2014

Tiempo apartado para adorar

Yo me alegro cuando me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»
¡Jerusalén, ya nuestros pies
se han plantado ante tus portones!

¡Jerusalén, ciudad edificada
para que en ella todos se congreguen!
A ella suben las tribus,
las tribus del Señor,
para alabar su nombre
conforme a la ordenanza que recibió Israel.

Allí están los tribunales de justicia,
los tribunales de la dinastía de David.

Salmo 122:1-5


Yo me alegro cuando me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»


San Agustín decía que un cristiano debía ser 
"un aleluya de pies a cabeza".
Con esta frase quería significar lo mismo que el salmista enfatiza: la adoración a Dios. Una adoración que está centrada no en lo que recibimos de Dios o lo que esperamos de Él, sino en Dios mismo y todo lo que Él es en si mismo.

El salmista habla de ir a la casa del Señor, 
el templo, que se encontraba en Jerusalén.
Se sabe que topográficamente Jerusalén estaba en el sector más alto de la tierra de Palestina. Cada vez que los peregrinos caminaban dirigiéndose a Jerusalén, literalmente iban ascendiendo, y ese ascenso se convertía en una metáfora que representaba la disposición del alma orientándose hacia Dios. Gradualmente, los salmos y cánticos, iban componiendo esta adoración colectiva, en "un aleluya de pies a cabeza".

Al observar hoy con la distancia histórica correspondiente, a estos peregrinos, podemos comprender un poco mejor lo que significa adorar a Dios. Ellos dejaban sus aldeas, sus granjas o ciudades; se unían en verdaderas caravanas donde la voz del "vecino" era el eco de la propia voz, reforzando la alegría, dando cuerpo a la alabanza.

Me parece que la vida cristiana es mucho más que un escape silencioso a un jardín, donde podemos meditar sin interrupciones y hablar con nuestro Señor. Tampoco podemos pretender esperar hasta "sentir el deseo" de ir a la casa del Señor. Creo que Dios merece y espera nuestra adoración colectiva, como hermanos, en un espíritu, en una misma fe, con la misma alegría, con el mismo amor a Dios, nuestro Padre Todopoderoso. 

Pintura: "In the Church"
Nikolay Bogdanov-Belsky

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